jueves, 19 de enero de 2012

Somos una ruta entre infinitas

A veces el mundo no gira a la velocidad que te gustaría, o en la dirección que te gustaría, o hace una parada cuando te gustaría. El mundo te ofrece sus posibilidades, nosotros debemos ser audaces en escoger.
En la vida ganamos tanto como perdemos. En el colegio deberían enseñarnos a perder con el mismo empeño con el que nos enseñan a ganar. Ya que a menudo se olvida, que elegir un camino siempre significa renunciar a otro. Los niños caprichosos lo quieren todo.

La vida es una compleja aglomeración de decisiones que entretejen lo que somos. Unas veces no estamos seguros, otras veces pondríamos la mano en el fuego, en ocasiones son accidentales y las hay sin nuestra autoría: resultado de haber seguido algún consejo. Pero sea como sea, la última palabra siempre es la nuestra.
Lo bueno que tiene todo esto, es que jamás sabremos lo que podríamos haber sido si hubiésemos elegido aquello otro, por lo que una vez estuvimos a punto de decantarnos. Nuestra visión siempre será unidireccional y nunca veremos lo que habrá al otro lado del camino por el que andamos. Yo prefiero no vivir el riesgo de mirar y descubrir que lo que he dejado atrás (o a un lado) me gusta más que lo que he escogido, aunque tenga que sacrificar lo satisfactorio de mirar y descubrir -o comprobar- que he acertado.
En el fondo, jamás sabremos si el camino por el que vamos es el nuestro. Por eso mismo, ¿por qué no vivir lo que elegimos como si siempre fuera un acierto?

Somos nuestro camino, somos lo que creemos nuestro destino, somos lo que hacemos, somos por dónde vamos, a quién conocemos, con quién hablamos. Somos lo que vemos, lo que queremos ver, somos lo que nos gusta y nos disgusta, lo que amamos y también lo que odiamos. 
Somos decisiones puntuales en el tiempo. Somos caminantes de lo que elegimos y a la vez -consciente o inconscientemente- camino de aquellos que nos han elegido.
Somos una ruta entre infinitas.

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