miércoles, 11 de diciembre de 2013

Agosto del 79


Hemos entrado en erupción. Y a pesar de que el miedo no llega nunca a ser pánico, aquí estoy, ferma, en el regazo del Vesubio. No temo al fuego: calienta pero no me abrasa. Es que aún recela el corazón de contagiarse de las llamas.
Pero podría ser partícipe de la explosión. Podría fundirme con su magma y jugar a ser un río entretenido que no llega jamás al mar. Elevarme al fin al reino de las aves, alterar el azul del cielo, volar como nube negra y ser todas las figuras que imaginé siendo espectadora tumbada en la hierba. Podría ser dueña de mis formas y al cansarme de las alturas precipitarme en mil partículas de ceniza. Quedar suspendida como mota a merced del viento, esparcirme por el mundo y vivir en millones de sitios al mismo tiempo.

¿Pero y después? ¿Querría ser roca cuando todo se enfriase? ¿Quién vendría entonces a derretirme, a brindarme el milagro del movimiento?
¿Te quedarías para siempre conmigo, a la espera de la otra vida?



domingo, 27 de octubre de 2013




La noche es un lugar virgen de convención. Ocho horas ininterrumpidas de libertad. Tiempo sin esterilizar que aún sobrevive al riesgo de ser desbaratado. Es el pasar desnudo de la vida, la cara silvestre de los días.
La noche es la selva en la que habitan los sueños. Deseos reprimidos, secretos inconfesables, pensamientos bochornosos. El hombre sin máscara ni presunción. La muerte de la fatuidad.
La noche es un escenario construido de silencio cuyos artistas son los sonidos que ahogamos por el día. Una orquesta de goteos de grifo, pisadas de gato y cantos de grillo. Un desfile de pijamas, la caída de los estratos. Porque en la noche ronca el príncipe y ronca el mendigo.
La noche es el terreno ideal para inventar las reglas que infringimos con una pena diseñada a medida. Porque en la noche todos los trajes quedan bien, no porque sean perfectos: porque nadie nos ve.
Es por todo esto que me retiro a la noche. Porque no hacen falta licencias ni títulos para ser bailarina profesional de pasodoble.



sábado, 5 de octubre de 2013

Coger un tren con los ojos cerrados




He puesto los cimientos de esta casa en el tejado. El resultado desafía las leyes de la lógica: los pilares se construyen de manera absurda, pues ¿qué sentido tiene crecer si el punto de partida es el lugar más alto al que se puede llegar? 

Me he subido a lomos de un caballo que aún está por domar, con el cual deambulo por la ciudad todavía sin poder prestarle demasiada atención a las calles. Para edificarme he escogido, como material, el légamo del Nilo: hace ya mucho que me rendí al viento. Como esbozo llevo los recuerdos, un par de canciones y una testiera. Para evitar el extravío porto una brújula que señala al sur, aunque sentirme perdida es también parte del juego. En la puerta de un ángel están los espejos donde me miro y reconozco: son de carne y hueso. Y en el aleteo de aquella mariposa, en la raíz última de los momentos en los que me detengo un instante a concebir el cómo, el cuándo, el por qué, en esa especie de gioia que despide ahora mi tiempo, encuentro una deuda que no sabré jamás pagar. Rex. Y aquí, en cada rincón anécdotas que jamás sucedieron, pero las había imaginado tanto... que existieron.




viernes, 30 de agosto de 2013

Amar y ser amado

Que el destierro de uno mismo
sea el hogar de un exiliado.
Que los ojos que buscan
su reflejo en otros ojos
no den dolor de cuello.
Vivir como monarca
y campesino a un tiempo.
No todo el mundo sabe hacerlo.

martes, 30 de julio de 2013

Marc Chagall - Moi et le village



¿A qué suerte de juego
       adictivo
de detectives frustrados 
       casos abiertos 
                  inventados
    adivinanzas
         espías
              charadas
                  chantaje
                            ¡chalados!
está sujeta esta pasión?

lunes, 3 de junio de 2013

Hipermetropía artificial



Cuando estoy contigo
noto algo en mí, extraño.
Una falta de nitidez,
de claridad en mis trazos:
estoy desenfocada.
Lontananza es, al parecer,
mi punto en foco.
Ya lo comprendo:
me miras con catalejo.



martes, 7 de mayo de 2013


Aún estás, inconcebible,
en la punta de mi lengua.
Al borde del desastre,
de estallar cual bomba
en mi aire.

sábado, 4 de mayo de 2013

Meteoro


Estar contigo
es trazar líneas en un mapa
que originan efemérides.

Hacer del tiempo un planisferio
atestado de isobaras
que segmentan los momentos
en ínfimos instantes.

Y están tan juntas
y son tantas

que sopla fuerte el viento
revolviendo mis principios,
tambaleando los cimientos
de mi adarve de papel. 


martes, 2 de abril de 2013

De un tac un bis


Me daba la sensación de que me quitaban la vida por ese agujero en el techo, esa chimenea sin llamas con una puerta que da al cielo. Una absurda puerta. ¿Es que a caso puede tener el humo la opción de no escapar del fuego? O lo que es más importante, ¿puede no querer hacerlo?

Y por si no fuera suficiente, el tac-tac-tac de la lluvia disipando cualquier posible duda que pudiese yo tener de su presencia. ¿Habrá cesado ya? Y un tac-tac-tac arrebatando a mi pregunta su carácter de retórica; espantando un tímido, lejano, remoto acercamiento de Apolo al lecho, que cada mañana se manifestaba en ausencia. Y en mi sueño el castigo de la certeza a golpe de tambor en el cristal: tac-tac-tac. 

Llueve. Llueve y mi techo se desangra, y yo con él sin saberlo. Llueve y el cielo parece haber sustituido la luz celestial del día por un fuego infernal en las noches. Y es este pozo pues, una chimenea del revés: la combustión está afuera.

Y yo, como una bruja con sus recetas, busqué un amnésico nocturno: hallar en la música una canción capaz de camuflar el tac-tac-tac del tambor. Y soñar con cuatro violines, un violonchelo e anche un piano de cola. Pero nada de tambores. Que no es agua, que es música calada.
Que no es agua.

Y como quien se corta el pelo para empezar de nuevo, remé con mi música a otra parte: unos metros más al este de la stanza.

Ahora por fin lo he comprendido. Esa puerta absurda estaba para que yo, por miedo a que algo pudiese ocurrirme, la tuviese siempre cerrada, con llave. La trampa es que me hallaba dentro y no fuera de ella.
Yo, custodia de mi yugo, alcaide de mi jaula.


Michael Cheval

jueves, 28 de marzo de 2013

Bienvenidas


Ayer vi las primeras golondrinas del año.
Es curioso que hayan elegido un preludio con tanta lluvia.

Stieglitz

domingo, 24 de marzo de 2013



- ¿Sabes? Tenemos un problema.
- ¿Cuál?
- Que lo más importante en la vida de ambos, es tan solo uno de los dos.
- ¿Eres tú o soy yo?
- Y eso qué más te da.


jueves, 28 de febrero de 2013

domingo, 24 de febrero de 2013

Después del último




Cuando no queda más
que el último trago

estás tú

-pequeño
minúsculo
insignificante-

en el fondo del vaso. 

viernes, 15 de febrero de 2013

Qué pasará mañana










Verte saltar me ha recordado que yo también lo hacía. Mañana siempre saltaba.
¿No te da la sensación de que esta casa da la espalda al mundo? Como si estuviera castigada, de cara a la pared. Pero aunque tenga que rodearla para volver al planeta en el que vivo, prefiero pensar que casi tiene vistas al mar. Si no fuese por el edificio de enfrente, ese que parece haber echado a las botas de casa y ahora pasan frío en la ventana. Y por unos cuantos kilómetros. Unos cuatrocientos ochenta, aproximadamente. Ochenta es una buena edad para morir. Ochenta es el número que uso para convertir en gigantes las cosas. Dicen que los andaluces tenemos ese afán, que vivimos en casas blancas y que por guantes usamos castañuelas. Es mentira. Si usase guantes, aunque fuesen hechos de madera, ahora no tendría las manos cortadas. Cortadas como cuando Luis se frota las manos encogido de hombros o Mar se rasca la nuca sin que le pique. A penas me acuerdo de aquello. Pero hoy te dejaste el olor por aquí; ese de color azul con mezcla de cigarrillos. Por qué tiene que estar tan repetido. ¿Lo esparciste como esporas hasta por aquellos lugares en los que nunca estuviste? Es molesto a veces. No, siempre es molesto. Porque entonces frena en seco la vida y yo salgo despedida del instante sin quererlo. ¿Y arreglarás tú eso? Porque tú nunca tiras nada cuando se rompe. Yo tampoco si tengo una aguja, hilo y algo de pena. Pero toda pena tiene remedio, excepto la de muerte. Ochenta es una buena edad para morir.
¿Qué? ¿Que con quién hablo?  ¿Es que estaba escuchando? Esto es vergonzoso… y usted un desvergonzado. Yo jamás entro en la cocina cuando la abuela se susurra a sí misma. Y si no hay más remedio piso más fuerte, haciendo ruido al andar. No, no es que ahora vaya descalza. Hace mucho que no se me oye porque hace meses que no me levanto.
Pero me he comprado unas botas nuevas. Y suenan. 
Esto se ha terminado.