viernes, 27 de enero de 2012

Las golondrinas son mi estación

Si alguien conoce al autor de este cuadro, ¡hágamelo saber!
Ya se podía ver el fin del curso y las vacaciones de verano estaban a punto de llegar. Mi despertador entonces sonaba tal que así: "¡Tisuí, tisuí!" La luz que entraba por la ventana ya podía sustituir a la de la lámpara. Ya no me daba frío al vestirme y lo hacía mucho más rápido, ya que por fin sacaba la ropa de verano del armario. Desayunaba delante de la ventana, como todas las mañanas. Solo que ahora estaba abierta: el aire de la calle se colaba en la cocina y me dejaba percibir el olor azul de las golondrinas. Quizás yo no lo sabía entonces, pero me encantaba. Y en lugar de prestarle atención al televisor, mi mirada se quedaba atrapada en el cielo observando el revoloteo nervioso que se traían. "¡Tisuí, tisuí!" A pesar de las ganas que tenía de empezar el día, me distraían de tal modo que papá siempre andaba metiéndome prisa, repitiendo una y otra vez su "vas a llegar tarde a la escuela". 
Me gustaba saber que el día no acabaría hasta volver a verlas volar nerviosas alrededor del campanario de la iglesia, cuyas campanas daban las nueve, o las nueve y media, o incluso las diez, entre "tisuí" y "tisuí".


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