jueves, 24 de noviembre de 2011

El vestíbulo de mi regreso

A  i   r  e
Es mi aire el que a veces me corta la respiración.
Girar a la derecha, después hacia la izquierda en la curva peligrosa. Pasar por el comedor de los coches. Entrar dejando a un lado un semáforo apagado. Es entonces cuando se ve de lejos la torre. La torre que es una flecha, que apunta hacia la tierra de Millet, que es una cruz. Luz del faro que me guía a la tumba de mis -vivos- recuerdos en este cementerio de techos de hojalata. El castillo de los cuervos que tienen mi otra vida de rehén. Buscar mientras dura el miedo un color inidentificable (¿gris azulado o azul grisáceo?) Por la derecha, por la izquierda. Que suba por la cuesta. Que no suba. Que tampoco baje.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Vivir la vida como sueño

Le hicieron creer que su vida era un sueño, y le prohibieron pellizcarse. De esta forma, él actuaba como si de eso se tratase. Se comportaba tal y como era, no le importaba lo que pensasen los demás sobre él. Arriesgaba y vivía sin miedo a perder. Cuando lo hacía, ponía todo su empeño en sacar el lado bueno, para que aquel sueño no se convirtiese en una pesadilla. Tras caer enfermo a los 80 años de edad, fue el único momento en el que deseó despertar, pues no encontraba nada positivo en ello. Se pellizcó entonces, pero nada sucedió. Gritó y gritó, llamando al genio que le había hecho creer que no estaba viviendo. Cuando apareció le dijo: Fue tu madre la que me pidió que lo hiciese. Siempre fuiste un chico extremadamente prudente, que no jugaba nunca por el miedo a perder.
Tenía razón Calderón cuando afirmó que la vida era sueño. Y como todo sueño, cabe despertar. Pero antes, toca vivirlo.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Instrucciones para el correcto funcionamiento del televisor.

Ir al salón de casa, buscar bien encima de la mesa, entre los cojines del sofá, en los cajones. En definitiva, encontrar el mando de la televisión. Cogerlo con mucho cuidado y acariciarlo suavemente para que tome confianza mientras nos dirigimos a la ventana. Taparle los ojos disimuladamente: decirle que le espera una sorpresa. Darle emoción al momento: "es una nueva experiencia, estará genial". Abrir silenciosamente la ventana, sacar con cuidado los brazos manteniendo el mando en suspensión. Aprovechar este momento para decirle las más bonitas palabras que se nos ocurran, e inmediatamente, dejarlo caer con suavidad. Como si no hubiese suelo contra el que se va a estrellar. A continuación, decirle al señor que ha amortiguado el golpe con la cabeza que el mando es todo suyo, y que puede subir también a por el televisor. Repetir esto último varias veces si no funciona a la primera. Probar con distintas personas. Por último: cerrar la ventana. Y listo. 
Ah, y lo más importante: lavarse bien las manos después del proceso.


lunes, 14 de noviembre de 2011

Infinitivos de hoy

Frío de invierno, hojas de otoño, abrazos de verano, sueños de primavera.
Intentar salvar el sueño que no recuerdas de la noche, correr por las escaleras antes de que se cierre la puerta, abrochar el abrigo hasta el último botón, sentir celos de las sábanas, descubrir escalones disfrazados de tobogán, dejar que se consuma el segundo carbón, cerrar los ojos y ver dónde estás, hacer de la noche la mejor hoja en blanco y del día el mejor salvavidas. Que las lágrimas de tristeza pacten tregua con las que defienden alegría. Jugar con los recuerdos a que ya no duelen, ser el pánico del vértigo pero siempre con las manos al volante. Elegir del menú tan solo el plato de aprender, saber del árbol qué fruto escoger. Dar el papel a mi canción preferida de banda sonora en el segundo acto del día. Acertar cuál es la palabra mágica. Escribir por escribir, ser la tinta primera directora de orquesta, cambiar las notas por las letras. Poder elegir cuando seguir la corriente desde lo más profundo del río y cuando ver a los peces saltar desde el balcón de la nube más alta de los pájaros perdidos.

sábado, 5 de noviembre de 2011

100% dentro

Todo lo que nace de afuera para adentro está lleno por fuera, pero vacío por dentro.
Nadie sabe crear de lo que otros piensan más que lo que dicen; sin embargo, podemos crear de lo que nosotros pensamos mucho más de lo que somos capaces de decir.
Decir, crear, ser y vivir en función de las inclinaciones de los demás es decir, crear, ser y vivir a medias.
Es ser mitad tú, mitad otro.
Es no ser tú y tampoco ser ningún otro.