lunes, 26 de diciembre de 2011

Cerillas




Cuando llegaba a la torre solía mirar a la ventana para comprobar la luz encendida. Siempre me fastidiaba que fuese blanca. Entonces comenzaba a rebuscar en las raíces del árbol unas cuantas piedras. Que no fuesen muy grandes, tampoco excesivamente pequeñas. Lo suficiente para llamar a la puerta. Y como quien lanza un pajarillo que se ha encontrado en el suelo, las lanzaba al aire. Nunca volaban a la primera y, de los tres intentos, tan solo sabía decir toc-toc la tercera. A veces, y solo a veces, se escapaba el humo del interior. Entonces mi piedra llegaba, cual mensaje en su botella, hasta la misma orilla del color.
El interludio era una fusión en azul; no importaba qué música lo precediese, tampoco cuál fuese la siguiente. Después esquivaba un bosque de árboles civilizados con vetas en ámbar, y aunque me daba miedo la oscuridad siempre conseguía llegar hasta arriba. Tras nadar en el color que brotaba del vertical nevado, y recorrer cada centímetro cambiado, me sentaba en lo que el tiempo había convertido en erizo. Las palabras hablaban del viento, de la lluvia o el frío hasta que los ojos dejaban de apuntar hacia el suelo y el erizo se convertía en barco. 
Entonces se encendía el café. Y se apagaba el blanco.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Life Recipe

Vamos subiendo día tras día tan solo si queremos llegar hasta arriba. Hemos de saber que no conseguiremos nada que no nos hayamos propuesto. Alguien me dijo una vez que la diferencia entre lo posible y lo imposible es tan solo que lo segundo cuesta un poco más de tiempo; es que en lo posible vemos el camino a seguir y en lo imposible, primero tenemos que encontrar, palpando a ciegas, el sendero que más tarde deberemos recorrer. 
Caminar es ponerle metas a los pies. Vivir es retarse, al menos, una vez al día, durante todos los días de la vida.


Descubrir es
perder de vista por un instante el horizonte, 
y volverlo a encontrar.

sábado, 10 de diciembre de 2011

No dejes nunca


No dejes nunca que nadie sea más referencia ni autoridad para ti que tú mismo. No dejes nunca que te derriben sin argumentos. Aún menos, un sentimiento. No dejes nunca que alguien que no ha vivido lo que tú vives te diga que lo que sientes no tiene sentido. No se te ocurra creer al martes cuando dice que es jueves, ni hacer caso a la tortuga de Sabina cuando te dice que corras; ella no sabe lo que es la velocidad. No dejes nunca que aquellos que te advierten sobre lo que no han descubierto, te impidan llegar a ese mismo descubrimiento. Ignora si te advierten que la tierra virgen es de arenas movedizas, ¿quién la ha pisado?
Tomad nota: no hagáis caso a la gaviota que os dice que no podéis nadar, ni al pez que no podéis respirar. No escuchéis al anciano cuando os diga que no debéis correr. Aunque el anciano sea un anciano y sea en vuestra vida la primera vez que oís a un pez y una gaviota pronunciar algo.


No permitas que nadie te dibuje sus límites en tu dibujo, ni que te imponga sus reglas en tu juego. No permitas que te enjaulen en tu propio cielo. En tu único cielo.
Quienes no llegaron hasta tu horizonte te dirán que no existe. Jamás te des la vuelta ni te cubras con las manos los ojos para evitar verlo.