sábado, 19 de noviembre de 2022

Viaje a la Luna (y vuelta)

Cuántas cosas caben
en un cerrar y abrir de ojos:

La confianza que uno deja
al ponerse en manos de otro.

El desasosiego de quien espera fuera
para el que sí pasa el tiempo.

El miedo de encontrar en el espejo
al regresar
alguien distinto a la última vez.

No saber cuánto dura la elipsis
que te relaten qué pasó en ella.

Fue como si me hubiera mandado a mí misma
en un cohete espacial a la Luna,
sin posibilidad de comunicación
y tuviese que esperar a ciegas mi propio regreso
confiando en que todos los extraterrestres
me indicaran el camino correcto.

Qué extraña sensación
la de ponerse en manos de un extraterrestre
y adivinar las constantes vitales de uno
a partir de la expresión de otro.

Sentirse vulnerable
aunque uno no lo sea.





miércoles, 3 de agosto de 2022

Cierras la puerta
para espiar por la mirilla
pero tú te has quedado dentro.
Qué quieres de mí, Mariela

viernes, 11 de febrero de 2022

Imagino
que es así como se siente
al otro lado de un poema.
Todas las veces que leí algo
y me pregunté
¿dónde estará Ella?
la respuesta era:
ya sólo está en los versos.

Si es todo el universo,
en qué universo estoy
qué universo es.

Lo cierto es que 
la casualidad
nos libera del peso de elegir
de la responsabilidad de buscar
pero no
de la alegría de encontrar.

.

martes, 1 de febrero de 2022



Iba a cumplir 18 años cuando escuché por primera vez esta canción. Recuerdo la sensación de frustración que tenía cada vez que la ponía, porque obviando el nombre no conseguía sentirme identificada con nada más. Me hubiera gustado tener más razones para decir que era "mi canción", pero nunca las tuve. Después pasaron los años y me olvidé de esta música y de Supersubmarina y aquella Ana quedó allí, en aquel cuarto pequeño con las paredes llenas de pósters, esperando reconocerse en algún trocito de la letra. 

Hace unos meses volvía a casa en coche con una amiga, veníamos de celebrar mi 30 cumpleaños y a ella de repente se le ocurrió ponerla.  La canté, la cantamos, la grité. Y le abrí de un tirón la puerta del cuarto a aquella adolescente para decirle que ahora sí, ahora podía decir "nuestra canción".

Tengo 30 años, sigo sin ponerme tacones, las noches no arden siempre pero conozco a mucho/as más de quince, y son maravilloso/as. Excesos los justos, ganas de correr: infinitas. Tengo más de cien cicatrices: algunas porque creí en algo que luego no fue, otras por las cosas que podían haber sido en las que nunca creí. Tuve mil historias que volvería a vivir mil y una vez. Soy el verbo en carne viva, pero sólo para quien sabe leer. Por eso ya nadie me maltrata ni juega con mi piel. Y a día de hoy sólo quiero ser "la mujer elegida" en el reflejo de unos ojos.

No la busques,
déjala
para ya, para ya
vive tu vida también.
Cuídate tú, cuídate.

Y como las cosas al final resultan ser como uno las quiere ver, lo reconozco, sí:

Ana siempre estará bien.