viernes, 28 de octubre de 2011

Notas de un 30 de enero.


Es él; el chico que me abordó por la calle en la noche de San Juan. Me dijo que se producían intercambios de idioma en este lugar… Nunca pensé que vendría, sola. Nunca pensé que pasaría tan desapercibida. Como aquel chico de la esquina, de bufanda roja y abrigo marrón. Ups, se lo quitó. Es igual, el jersey que lleva también es ocre. Se le ve tímido, se toca la oreja. Intenta parecer sumergido en lo que hace, pero en realidad no puede ser más consciente de lo que pasa a su alrededor. Mira a la barra, mira a la chica que todavía no le ha atendido. Es curioso, aún no se cruzaron nuestras miradas, ¿existo?
Él también se pregunta si existe. Se toca la nuca, está algo cortado. Si no me atienden puedo optar por irme. Pero el día está feo; hace frío y llueve. Somos dos puntos que pasan desapercibidos. Tal vez deberíamos seguir haciendo ruido ¿seguir?
No sé si me siento bien, estoy nerviosa. Quiero tomar un té y la chica sigue sin mirarme. ¡Yo no la contrataría! ¿Me reconocería el chico del día de San Juan? Da igual, me dio miedo… era de noche, él era mucho mayor que yo y no acabé de entender por qué me habló. El chico de ocre sigue igual que yo, ¿se desesperará y se irá? Estoy harta de esperar. Aunque en realidad me gusta no ser la única a la que ignoran. Decidido: si le atienden a él y a mí no, me largo. ¡Viene! ¡Bien! Viene el chico del día de San Juan:
 -Buenas
  -Hola- Me fijé en su mirada, ¿me habría reconocido?- ¿Me trae un té de menta, por favor?
 - Sí… eh, menta poleo, tiene que ser.
 -Mmm… ¿té entonces no?- ¿Por qué lo vuelvo a preguntar? ¡Seré estúpida!- Menta poleo entonces.
Y no entiendo cómo he podido ponerme tan nerviosa, se me aceleró el corazón. Ni siquiera me di cuenta de que mientras me preguntaba, había recogido la mesa. Es él sin duda. Ahora creo que me mira, ¡bien! Se pasó el malestar. ¿Por dónde iba?
Se va. El chico de ocre perdió la paciencia. Se ve enfadado. ¡Oh no! Tenía un café. Tenía un café que acabó de apurar. Se va… ¿por qué tan pronto?.
El camarero viene y va. Si tuviese un lugar concreto que fuese suyo, me atrevería a dejarle una nota. “Bonita noche, ¿eh?” Fue lo que me dijiste la noche de San Juan, por el Palacio Real. Y solo me dio tiempo a decirle que... Madrid está bien.
No, creo que no me conoce. (Re-conoce). El ruido sube, no sabía que había llegado temprano. ¿Por qué me miran los de al lado? Odio de repente haber dejado de ser invisible. ¡Ah! Me miró, él me miró. Puede que me haya reconocido. Va y viene a la mesa de al lado, sin mirarme. He conseguido olerle: entre azul claro y verde.
Si fuese invisible… si fuese invisible me levantaría a bailar este jazz entre las mesas. Miraría de cerca a la señorita del pelo corto, probaría el cóctel del hombre que de perfil es Íñigo. Estoy ocupando sitio. La mesa pequeña no me gustaba… Estaba demasiado cerca de dos señoras que habían quedado por cortesía, o de vida aburrida; o de personalidad incompatible. Como yo y María. O Irene y Carmen. No como yo y Carmen. ¡Qué ruido más desagradable! ¿Habrá dejado de llover? Tanta gente me agobia. Temo por mi silla… bueno, por la mía no, sino por la de mi abrigo. El hombre de en frente se encajó en el sitio. ¿Por qué la gente se obsesiona por entrar en determinados lugares, aunque no quepan y se agobien? Dios mío, ya hemos acabado el mes… qué rápido se me está pasando el tiempo. La barca de mis sueños, se la lleva la corriente de los segundos a pesar de que yo no quiera remar. No debería haber pedido un poleo, ahora tengo más sueño.
(...)

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