sábado, 4 de febrero de 2012

Ciento ochenta grados

Esa noche decidí emborracharme. Le quité los retrovisores a todos los coches, me hice con los mecanismos de las marchas atrás, con los botones de rebobinar, con las opciones de volver atrás. Cogí los caminos que eran de vuelta y las copias de seguridad que había en la papelera. Me esmeré en buscar y recoger todas y cada una de mis huellas. Cuando creí tenerlo todo, lo guardé en una cajita de madera, la cerré con fuerza y corrí. Corrí antes de que mi mente estuviera demasiado cuerda, describiendo laberintos, buscando un lugar donde esconder todo lo que había cogido. 
A la mañana siguiente me desperté con dolor de cabeza, con una especie de resaca de recuerdos minuciosamente olvidados. Pero además, pasaba algo extraño: siempre que me volvía para ver lo que tenía detrás no conseguía ver más que lo que tenía delante. Ahora mi mundo tan solo parecía tener ciento ochenta grados, vivía en dos semicírculos gemelos.

2 comentarios:

  1. Hola Ana,he visitado tu blog y me ha gustado mucho lo que publicas.Si me lo permites seguiré tus pasos para disfrutar de tu nido de golondrinas.

    Un abrazos desde El Salvador.

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  2. Claro que sí!! El placer es mío, señorita! :)

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