martes, 1 de febrero de 2022



Iba a cumplir 18 años cuando escuché por primera vez esta canción. Recuerdo la sensación de frustración que tenía cada vez que la ponía, porque obviando el nombre no conseguía sentirme identificada con nada más. Me hubiera gustado tener más razones para decir que era "mi canción", pero nunca las tuve. Después pasaron los años y me olvidé de esta música y de Supersubmarina y aquella Ana quedó allí, en aquel cuarto pequeño con las paredes llenas de pósters, esperando reconocerse en algún trocito de la letra. 

Hace unos meses volvía a casa en coche con una amiga, veníamos de celebrar mi 30 cumpleaños y a ella de repente se le ocurrió ponerla.  La canté, la cantamos, la grité. Y le abrí de un tirón la puerta del cuarto a aquella adolescente para decirle que ahora sí, ahora podía decir "nuestra canción".

Tengo 30 años, sigo sin ponerme tacones, las noches no arden siempre pero conozco a mucho/as más de quince, y son maravilloso/as. Excesos los justos, ganas de correr: infinitas. Tengo más de cien cicatrices: algunas porque creí en algo que luego no fue, otras por las cosas que podían haber sido en las que nunca creí. Tuve mil historias que volvería a vivir mil y una vez. Soy el verbo en carne viva, pero sólo para quien sabe leer. Por eso ya nadie me maltrata ni juega con mi piel. Y a día de hoy sólo quiero ser "la mujer elegida" en el reflejo de unos ojos.

No la busques,
déjala
para ya, para ya
vive tu vida también.
Cuídate tú, cuídate.

Y como las cosas al final resultan ser como uno las quiere ver, lo reconozco, sí:

Ana siempre estará bien.







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