martes, 26 de junio de 2012

31

Tras columnas de miles y miles de palabras
que cientos de personas un día dijeron,
en los colores oxidados
que atrapó una cámara oscura,
sobre un techo de escaleras andaluzas,
encontré un cuento.
Entre rostros congelados dando vida al recuerdo,
bajo un naranja marino de luces despoblado,
en el torreón de las aves que no duermen,
me rendí al sueño.
Allí donde habitaron fíbulas rebeldes
aliadas de la luz y de la suerte,
en el peralte al que yo siempre llamé diferente.
Allí, en la ficción del 31,
cerré los ojos
y permití estremecerme.


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