sábado, 17 de marzo de 2012

Por qué suenan trompetas, si yo quiero una gaita.

No entiendo por qué los nervios me recorren por dentro, como quien sale al escenario, como quien espera el disparo de salida. Por qué me siento pisar territorio ajeno cuando es el mío. Por qué distingo aún las huellas en el asfalto, el olor sin oxígeno, el sonido de las trompetas en la tarde. Oigo pero no escucho las palabras que me llegan, salgo y entro de ellas, pues temo el acecho de las pisadas quietas en cuatro ruedas. Mi reflejo decide habitar un espejo distinto y mis ojos recorrer caminos en los que estuvieron perdidos. Me vuelvo loca, me echo las manos a la cabeza, respiro algo tóxico que despierta mis entrañas, oigo un agudo constante que me rompe los tímpanos, una señal que me llega hasta dentro y se me mete en el espíritu. 

Espíritus, en esta casa de vivos. Exorcismo. Socorro, auxilio. 




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