sábado, 5 de octubre de 2013

Coger un tren con los ojos cerrados




He puesto los cimientos de esta casa en el tejado. El resultado desafía las leyes de la lógica: los pilares se construyen de manera absurda, pues ¿qué sentido tiene crecer si el punto de partida es el lugar más alto al que se puede llegar? 

Me he subido a lomos de un caballo que aún está por domar, con el cual deambulo por la ciudad todavía sin poder prestarle demasiada atención a las calles. Para edificarme he escogido, como material, el légamo del Nilo: hace ya mucho que me rendí al viento. Como esbozo llevo los recuerdos, un par de canciones y una testiera. Para evitar el extravío porto una brújula que señala al sur, aunque sentirme perdida es también parte del juego. En la puerta de un ángel están los espejos donde me miro y reconozco: son de carne y hueso. Y en el aleteo de aquella mariposa, en la raíz última de los momentos en los que me detengo un instante a concebir el cómo, el cuándo, el por qué, en esa especie de gioia que despide ahora mi tiempo, encuentro una deuda que no sabré jamás pagar. Rex. Y aquí, en cada rincón anécdotas que jamás sucedieron, pero las había imaginado tanto... que existieron.




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