Hace unos meses volvía a casa en coche con una amiga, veníamos de celebrar mi 30 cumpleaños y a ella de repente se le ocurrió ponerla. La canté, la cantamos, la grité. Y le abrí de un tirón la puerta del cuarto a aquella adolescente para decirle que ahora sí, ahora podía decir "nuestra canción".
Tengo 30 años, sigo sin ponerme tacones, las noches no arden siempre pero conozco a mucho/as más de quince, y son maravilloso/as. Excesos los justos, ganas de correr: infinitas. Tengo más de cien cicatrices: algunas porque creí en algo que luego no fue, otras por las cosas que podían haber sido en las que nunca creí. Tuve mil historias que volvería a vivir mil y una vez. Soy el verbo en carne viva, pero sólo para quien sabe leer. Por eso ya nadie me maltrata ni juega con mi piel. Y a día de hoy sólo quiero ser "la mujer elegida" en el reflejo de unos ojos.
Y como las cosas al final resultan ser como uno las quiere ver, lo reconozco, sí:
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