miércoles, 26 de agosto de 2020

Mi zeta de Riemann

El número que nos separa
no mide más que un gato
no pesa más que una golondrina.

El número que nos separa
es más delgado que un 1
es más hueco que un 0.

El número que nos separa
no habla nuestro idioma
no sabe nuestro secreto.

El número que nos separa
es un semáforo en rojo
son los límites de velocidad.

El número que nos  separa
desaparece al cerrar los ojos
y se hace visible al abrirlos.

El número que nos separa
es la medianoche de Cenicienta
el extravío del zapato de cristal.

El número que nos separa
puede cambiar la forma
pero no el contenido.

El número que nos separa
es una vieja cascarrabias
que no deja jugar a los niños.

El número que nos separa
no sabe colarse en los sueños
no frena el paso de los días.

El número que nos separa
en realidad
nunca nos ha separado.

domingo, 26 de abril de 2020

Como quien no quiere ser visto 
a penas me he asomado
a nosotros.
A penas he tocado
con la punta de los dedos
nuestra esfera de cristal.
Y ha comenzado
a temblar el suelo
de repente 
se ha hecho el silencio.
Como si mi intrusión
hubiese despertado
a quien la custodia
como si le hubiese
robado al destino
su secreto más preciado.
Y yo, presa del miedo 
ancora una volta 
me destierro
a la cruz de los que no pueden
olvidar lo que ya saben.

Cómo puedo echar de menos
lo que nunca he tenido.

miércoles, 15 de abril de 2020

He vuelto. ¿O me he ido?

Volver a la tierra. Adonde los gatos aún pasean por las calles. Adonde los ancianos te cuentan sus secretos tratándote de usted. Adonde los gritos habitan en los parques, en los bares, en los patios interiores, en el mercado... pero a nadie le resultan gritos. Adonde las naranjas en los árboles se ven desde el balcón, esas que no se comen. Y el olor a jazmín se cuela por la ventana en primavera, y las gaviotas se mezclan con las nubes. Volver a escuchar expresiones que había olvidado, como quien despierta de un coma. Y no saber muy bien qué acento tengo, y que me pregunten de dónde soy: sí, soy de aquí. O lo fui.

Lo peor (o lo mejor) es cuando ya no sabes cuál es tu suelo. Cuando ya no distingues si mientras te vas estás volviendo, o si mientras vuelves te estás yendo.