lunes, 12 de marzo de 2012

Vorágine

Jamás los días tuvieron tantas horas. En cada segundo pasa un día de colegio. Entro, salgo, corro, vuelvo. Vuelo.  Llego a casa con el olor a tiza metido en el cuerpo. Doy con mil nombres desconocidos, con mil llamadas de teléfono, con mil ojos nuevos. Cruzarme en la calle con personas a las que he hablado y ninguna de las dos saberlo. Pasar por debajo del puente repasando lo que he aprendido, imaginando lo que voy a aprender. Volar de una etapa a otra, que el Sol se cuele en el autobús del Ecuador, que me acompañe en mi balanceo. Aparecen dinosaurios en las clases; y daltónicos, y astigmáticos, y docentes grafiteras con tatuajes de pisadas de gato. He descubierto algo que no estaba previsto, mas no han visto de mí lo que yo quiero mostrar. Tengo un dilema moral.
Los refugios de la calma vienen en pequeñas dosis, el fin de semana en trufas de chocolate.

No tengo tiempo para buscarme
ni para encontrarme.
Pero sé que estoy donde, como, y con quien quiero estar.

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